La semana se paso rápida, en un abrir y cerrar de ojos ya era hora de salir al aeropuerto, sentía un revoltijo en mi estomago ya que nunca había salido del país y mucho menos a Roma, no sabía que me encontraría.
Estaba en el aeropuerto esperando el vuelo, titiritaba mis dedos sobre la silla mientras miraba las manecillas del reloj impaciente.
-Hija, quiero que te comportes.- Me volví a mirarla enarcando una ceja.- Trata de ser sociable.- Asentí lentamente.
-Lo haré mama, sé sufrir en silencio.- Dije sonriendo hipócritamente.
Cuando anunciaron mi vuelo, me despedí de mis padres y me monté en el avión.
Todo el vuelo me lo pase escuchando música para no pensar en lo que me esperaba en Roma, nuevos amigos o más sufrimiento, no lo sé…
El vuelo empezó a aterrizar y mi cabeza empezaba dar más vueltas que una lavadora. En cuanto las puertas se abrieron salí disparada hacia afuera.
Espere un corto tiempo mis maletas ya que fueron las ultimas que entraron, eran las primeras que saldrían, empecé a buscar un taxi, pero un autobús capto mi atención, decía “Musique Academie”, era el mismo nombre que estaba en la carta, me acerque a él y al señor que se encontraba al pie de las pequeñas escaleras.
-Señor, este autobús se dirige al programa de verano.- Pregunte, este sonrió.
-Sí, bienvenida a Roma.- Sonreí, por suerte, sabía inglés.
Subí las pequeñas escaleras con mi pesado equipaje y empecé a buscar un asiento, pero estaban todos ocupados, genial –sarcasmo-.
-Toma este asiento.- Dijo una voz masculina tras de mí, me volví hacia él y era un chico, alto, piel blanca, grandes ojos azules y cabello color cobre, era muy atractivo, pero trate de no prestarle atencion a eso.
-Gracias.- Le agradecí sonriendo timidamente, me senté y el se limito a sonreír.
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